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Influencias del vínculo de apego en la organización cerebral

Imagen y semejanza

Extraordinario trabajo cuyo objetivo, según el autor, es «exponer, a grandes rasgos, cómo el trato que los niños reciben desde que nacen por parte de sus padres estructura y organiza funcionalmente su mente y su cerebro, lo que se reflejará en un estilo peculiar de ser, de relacionarse con las personas y de afrontar la realidad.«

A continuación copio una parte de este artículo, que recomiendo lo leáis íntegro (el enlace está al final de este post) que empieza con esta cita:

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Los padres no necesitan proporcionar un exceso de estimulación sensorial a sus hijos ni preocuparse de la coordinación neuronal de estos. En lugar de un bombardeo sensorial, lo que más necesita el cerebro del niño para poder crecer adecuadamente son las interacciones recíprocas con sus cuidadores.
(Siegel y Hartzell, 2005)

¿Acaso a esto no se le llama amor?
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«El niño nace con múltiples capacidades, pero sin modelos de relación social, tampoco tiene una conciencia de sí mismo como alguien diferente de los demás, desconoce el mundo de los objJustificar a ambos ladosetos y su utilidad. Según Rochat (2004), a partir del nacimiento el niño tiene tres importantes «tareas» que realizar: conocer la realidad de las cosas, aprender a relacionarse con los demás e integrarse en la sociedad y alcanzar una imagen de sí mismo. El vínculo que establezca con sus cuidadores será el que esté a la base del nivel de logro que consiga en la resolución de estas tareas, ya que, desde las interacciones de «a diario», irá descubriendo cómo son y cómo se comportan las personas, incorporando e integrando «modelos» de relación con los demás, a la vez que irá adquiriendo una imagen de sí mismo y de cómo ha de encarar la realidad. Estos modelos de comportamiento no son una «abstracción» lógica, sino un esquema de acción práctica con contenidos diversos (motrices, emocionales, cognitivos) que quedan impresos en la organización y el funcionamiento del cerebro, y que el sujeto no puede variar a voluntad de un día para otro, ya que, una vez internalizados, se activan de modo inconsciente cuando se dan determinadas circunstancias o ante la presencia de ciertos estímulos…»

«A la hora de hablar de las relaciones del niño con cada uno de los padres hemos de destacar que en ellas no solo interviene el adulto, sino también el niño, que con su conducta le devuelve una serie de «mensajes» que repercuten en su imagen como padre y en su acción, dando lugar a que viva la labor de crianza con una variedad de sentimientos que se suscitan según como evolucionen las interacciones entre ambos»

«A pesar de esta tendencia de los padres a reproducir con los hijos lo experimentado en sus relaciones con los que para ellos fueron adultos significativos, existe una posibilidad de cambio, si se muestran receptivos a analizar el modo en que se relacionan con su hijo y si alguien les puede ofrecer la posibilidad de establecer una conexión emocional que les lleve a experimentar un modelo de apego de «tipo seguro»

«En la actualidad, hablamos de que existen dos patrones básicos de apego: seguro e inseguro, pudiendo este último manifestarse de tres formas: evitativo, ambivalente/resistente o desorganizado//desorientado».

«A grandes rasgos, diremos que la persona adulta con apego de tipo «seguro» expresa con claridad sus sentimientos y trata de proceder organizadamente en las situaciones difíciles, está pendiente del niño e interpreta su estado mental (es decir, capta la necesidad del niño, entiende lo que le apena, le aflige o le alegra, no se queda enredado en el dolor del pequeño, tampoco mezcla su estado y sus vivencias con los del niño, interpreta lo que le pasa ─a ella misma y al niño─ en términos de contenidos mentales: sentimientos, deseos, intereses…). Los niños con este patrón de apego se manifiestan como autónomos, equilibrados, imaginativos, capaces de afrontar situaciones que producen estrés, son más empáticos con sus compañeros, respetuosos, piden ayuda cuando la necesitan sin volverse dependientes, tienen más amigos, son más flexibles y dialogantes, etc.»

«La persona con apego «evitativo» tiende a mostrarse como no afectada por lo que le pasa, rehuirá hablar de los sentimientos, de su vida personal y de su historia, y considerará una pérdida de tiempo todo lo que no sea acción. Además, frustra y bloquea los intentos de proximidad afectiva del niño. Los pequeños que experimentan este tipo de apego tenderán a no manifestar sus necesidades (prevén que eso irritará o molestará al adulto, o no alcanzará nada manifestándolas), aparecerán como niños «duros», muy concentrados y con gran dedicación a las tareas o trabajos, poco o nada interesados en la vida de los demás, en ocasiones con reacciones agresivas ─o que indican bajo control de la misma (por no poder manejar la ansiedad al no haber podido recibir una atención cálida y empática por parte de sus adultos cuidadores)─ que pueden dirigirse hacia los padres y compañeros.»

«La persona que ha constituido un apego de tipo «ambivalente» se mostrará inconsistente e impredecible en el trato con el niño; en ocasiones, como ausente y/o hastiada, y, en otras, con una proximidad alta derivada de sus propias necesidades, dependiente de los otros, centrada en sus preocupaciones y situaciones irresueltas, lo que hace muy difícil regular los estados emocionales del niño. El niño con este tipo de apego tenderá a manifestar alta activación fisiológica y emocional, se mostrará infantilizado y dependiente, turbado, caprichoso, con poco control de los impulsos, irritable, angustiado, apegado a los adultos por desconfianza en su estilo de respuesta, por lo que tampoco se consolará en su presencia, con riesgo de ser poco aceptado por los demás.»

«Finalmente, los padres que muestran un apego de tipo «desorganizado» tendrán grandes problemas para captar las necesidades del niño y responderán a ellas de un modo desajustado, incoherente y no contingente, no podrán captar el estado mental del niño y, desde la forma de cogerlo (de cualquier modo), hablarle (a veces malhumorado) y tratarlo, se podrá percibir el modo inapropiado de cuidarlo; a su vez, los datos de su historia personal tal vez reflejen una vida de maltrato o de desatención. A su vez, los niños con este tipo de apego se muestran como niños inquietos, desorganizados en sus juegos y con sus cosas, con conductas de aislamiento y dificultades de interacción con los demás, sin saber cómo comportarse en las situaciones sociales, ni entender emocionalmente a los otros o las implicaciones de sus acciones; no consiguen tener una imagen integrada de sí mismos.»
Emilio Rodríguez de la Rubia Jiménez
Psicólogo

Fuente: once.es
Artículo completo> aquí

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